La zafra azucarera en Bermejo, Tarija, es una actividad económica crucial que cada año atrae a cientos de trabajadores temporales y sus familias. Sin embargo, detrás de las cifras de producción y los beneficios económicos para la zona, se esconde una realidad alarmante que persiste desde hace años: las condiciones de vida y trabajo infrahumanas en los campamentos zafreros. La delegada de la Defensoría del Pueblo en Tarija, Cecilia Bolívar, realizó una visita a tres de los más de 100 campamentos zafreros existentes en Bermejo. Lo que encontró fue una situación que, lejos de mejorar desde los informes defensoriales de 2016, parece haberse estancado en un ciclo de precariedad y vulneración de derechos humanos básicos. VIVIENDAS IMPROVISADAS Y CONDICIONES INSALUBRES Uno de los aspectos más impactantes revelados durante la visita es la falta de espacios físicos adecuados para el alojamiento de los trabajadores y sus familias. En algunos casos, se observó que los zafreros se ven obligados a dormir en las carrocerías de camiones viejos, expuestos a las inclemencias del clima y sin el mínimo confort necesario para un descanso digno. Las infraestructuras existentes, cuando las hay, son antiguas y precarias. Algunas están construidas de ladrillo, mientras que otras son simples estructuras de madera. En ninguno de los casos se cuenta con colchones adecuados ni frazadas suficientes para protegerse del frío nocturno característico de la región. Esta situación no solo afecta la salud física de los trabajadores, sino que también impacta negativamente en su desempeño laboral y bienestar emocional. LA FALTA DE SERVICIOS BÁSICOS Quizás uno de los problemas más graves y urgentes es la falta de acceso a servicios básicos, especialmente agua potable y saneamiento. De los cuatro campamentos visitados, solo tres contaban con suministro de agua potable. Sin embargo, incluso en estos casos, la situación está lejos de ser ideal. La ausencia de baños en todos los campamentos obliga a los trabajadores y sus familias a utilizar el campo abierto para sus necesidades fisiológicas, una práctica que no solo atenta contra la dignidad humana, sino que también representa un grave riesgo sanitario. La falta de duchas agrava aún más la situación, dificultando la higiene personal básica después de largas jornadas de trabajo físico intenso. En uno de los campamentos, la situación es aún más crítica, los trabajadores se ven obligados a beber agua de una quebrada cercana, sin ningún tipo de tratamiento previo. Esta práctica expone a las familias zafreras a un alto riesgo de contraer enfermedades gastrointestinales y otras afecciones relacionadas con el consumo de agua contaminada. NIÑOS NO TIENEN ACCESO A LA EDUCACIÓN Un aspecto particularmente preocupante es la presencia de niños, niñas y adolescentes en los campamentos zafreros. La Defensoría del Pueblo constató que muchos de estos menores no están asistiendo a la escuela, a pesar de la existencia de unidades educativas con internados en las cercanías. En uno de los campamentos, se identificó la presencia de entre siete y ocho niños, mientras que en otro se encontraron niñas de 9, 5 y 3 años de edad. Al ser consultados, algunos de estos menores manifestaron que no habían sido admitidos en las escuelas locales o que no habían podido realizar el traspaso necesario para continuar su educación. Esta situación no solo viola el derecho fundamental a la educación, sino que también perpetúa el ciclo de pobreza y marginación al privar a estos niños y adolescentes de las herramientas necesarias para un futuro mejor. Además, la presencia de menores en los campamentos los expone a condiciones de vida insalubres y potencialmente peligrosas. Mujeres embarazadas en situación de vulnerabilidad La visita de la Defensoría del Pueblo también reveló la presencia de mujeres embarazadas en los campamentos. Esta situación es particularmente alarmante dado que estas mujeres no tienen acceso a atención médica adecuada ni a las condiciones mínimas necesarias para un embarazo saludable. La falta de agua potable, servicios sanitarios y una alimentación adecuada pone en riesgo no solo la salud de las madres, sino también el desarrollo de los fetos. Además, la ausencia de servicios de salud cercanos complica aún más la situación, dejando a estas mujeres sin la posibilidad de recibir controles prenatales regulares o atención de emergencia en caso de complicaciones. LA MALA ALIMENTACIÓN Otro aspecto crítico de la vida en los campamentos zafreros es la alimentación. Las familias se ven obligadas a cocinar en ollas comunes, utilizando recursos limitados y en condiciones poco higiénicas. En muchos casos, la comida preparada no alcanza para alimentar adecuadamente a todos los miembros de la comunidad, lo que lleva a situaciones de desnutrición y malnutrición, especialmente entre los niños y las mujeres embarazadas. La falta de una alimentación balanceada y suficiente no solo afecta la salud de los trabajadores y sus familias, sino que también impacta directamente en su capacidad laboral, creando un círculo vicioso de pobreza y precariedad. Lo más alarmante de esta situación es su persistencia en el tiempo. Según la Delegada Bolívar, los informes defensoriales desde 2016 han venido señalando estas mismas problemáticas sin que se hayan observado mejoras significativas. Esto sugiere una falla sistémica en la protección de los derechos de los trabajadores zafreros y sus familias, así como una falta de voluntad política para abordar el problema de manera integral. La magnitud del problema es aún más preocupante cuando se considera que los campamentos visitados por la Defensoría del Pueblo representan solo una pequeña fracción del total. Según información proporcionada por la Federación de Zafreros, existen más de 100 campamentos en la región, muchos de los cuales podrían estar en condiciones aún más precarias que las observadas. (El Andaluz)