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Los Esse Ejja aún comen pescado con mercurio, carecen de agua y viven hacinados

“Estamos contaminados de mercurio, contaminadísimos, más que otras comunidades”, sentencia Lucio Game, capitán grande de los Esse Ejja de la comunidad  Eyiyoquibo al remarcar que persiste la minería que contamina las aguas de donde sacan su alimento. Este pueblo de la Amazonía boliviana está instalado entre las riberas del río Beni y la carretera San Buenaventura-Ixiamas, en el norte de La Paz. En dicho lugar viven cerca de 95 familias integradas por hasta cinco o seis miembros. 

Game acota que a esa penuria, deben enfrentar también la sequía y poco trabajo, y sobre todo, la desatención de las autoridades locales. “Estamos viendo que solución nos van a dar. La gente ya no compra pescado. Aquí no hay bastante terreno como puede ver. Tiene que ir a buscar trabajo por jornal”, dice a la periodista de ANF mientras señala su parcela de tierra.

Wilson Torrez, secretario de Actas de la comunidad Eyiyoquibo, refuerza la posición de Game al indicar que los niños y las mujeres embarazadas son los grupos más afectados por la contaminación con mercurio. “ Nosotros estamos contaminados. Nació un bebé con enfermedad, no podía respirar muy bien. Yo sé que es la contaminación. Aunque está contaminado, seguimos comiendo pescado ‘sí o si‘. No tenemos otras carnes que consumir”.

El comunario Carlos Sossa dice que se buscan la vida y lamenta que se encuentren arrinconados en un espacio semiurbano, alejados de sus orígenes. “Aquí no hay campo para hace productos. Por lo menos pescan y se buscan recursos. No hay que comer aquí. Las tierras son ajenas”. Cada que los comunarios pescan, generalmente muy temprano por la mañana o por la noches, ellos intentan obtener hasta cinco kilos, quedándose con una parte y vendiendo el resto a Bs 15 el kilo. Los peces son generalmente sábalo y pacú.

En un recorrido de ANF, se constata que al menos 25 de sus viviendas son de ladrillo y cemento, que fueron entregadas por el Estado, pero otras 30 son de madera con techo de hojas de árboles que crecen en la región. La temperatura es tan alta, que el día de la visita se registraba al menos 40 grados.

Debido al calor que se registra en el Norte de La Paz, contar con agua es de vital importancia. En el pueblo de los esse ejja no muchos cuentan con agua potable –tienen una pila común- pues no pueden pagarla, por ello recurren a dos aspectos: o esperan que la cisterna les envíe o van directamente al río Beni para bañarse. Otros optan por asearse afuera de su casa, tapando con cuatro telas que hacen de pared en espacio pequeño y enjuagándose con ayuda de un plato y un bañador con agua.

La comunidad de Eyiyoquibo, como si se tratara de un barrio común, está ubicada en un área periurbana de 10 hectáreas concedida por una misión evangélica el año 2000. Tampoco tiene sus calles asfaltadas, todas son de tierra y debido al viento el polvo se levanta con facilidad. Los comunarios no cuentan con baño, “nuestras necesidades la hacemos donde podemos”, indicó Game.

Al interior de las viviendas hay hacinamiento, algunas casas tienen apenas uno, dos o tres ambientes, pero llegan a dormir hasta 10 indígenas lo hacen sobre pedazos de cartón y alguna que otra frazada delgada. Secan su ropa lavada colgando en cables.  En la comunidad algunos tienen luz, otros optaron por no tener ese servicio debido a los costos, también algunos comparten agua y pagan desde Bs 20 hasta Bs 100 por mes.

“No tenemos dinero ni para comer, nosotros no tenemos ayuda, nos hacen a un lado, ni las calles nos arreglan pues todo se enloda cuando llueve”, señaló Alberto Torrez, presidente de la OTB Eyiyoquibo. Los antiguos ese ejjas de Eyiyoquibo, tenían su medio de vida tradicional dependiente de la pesca. Por ello vivían en la ribera de los ríos; sin embargo, en las últimas décadas, su situación cambió radicalmente y ahora se encuentran arrinconados en un espacio semiurbano, alejados de sus orígenes.

Este medio intentó comunicarse con el alcalde de San Buenaventura, Luis Alberto Alipaz, mas no se tuvo éxito ni llamando a su celular ni visitando su oficina. 

Actualmente este municipio se encuentra viviendo muchos incendios, tal es la afectación que el sábado 11 cuatro viviendas y un vehículo fueron quemadas por el fuego. Cien niños y 20 adultos mayores fueron evacuados por su seguridad y mucha gente trasladó sus objetos personales hasta ese municipio, mientras que otros decidieron permanecer haciendo vigilia y evitar así que el fuego no llegue a sus casas.

ESTUDIO

En junio de este año, la Central de Pueblos Indígenas de La Paz (CPILAP) denunció que pobladores indígenas de 36 comunidades del norte de La Paz tienen desde 0,03 hasta un poco más de 10 partes por millón (ppm) de mercurio en sus cuerpos. Una cantidad elevada de contaminación y que está por encima de lo permitido, según Naciones Unidas.

“Impacto de la minería aurífera en comunidades indígenas” es el título de la investigación que realizó la Cpilab entre 2022 y 2023 en 36 comunidades y en poblaciones ribereñas de la cuenca del río Beni y sus afluentes, como ser los ríos Tuichi, Quiquibey, Tequeje y Madre de Dios.

Entre algunos de los datos presentados, la mayor contaminación ha afectado a los esse ejjas que están con 6,9 ppm; le siguen los Tsimanes con 6,8 ppm; los Mosetenes con 4,0 ppm; Uchupiamonas con 2,5 ppm; los Tacanas con 2,1 ppm y los Lecos con 1.9 ppm. Según la investigación, incluso hay comunidades que están con 10 ppm de contaminación como ser Aguas Claras, Gredal y Corte.

En el Norte de La Paz, estudios e investigaciones que hizo este medio comprobaron que las cooperativas hacen uso del mercurio, metal pesado muy contaminante cuando se evapora.

En la minería, el mercurio se usa para separar el oro de las piedras, arena y otros materiales, al mezclarse se forma una amalgama que facilita ese proceso. Luego se calienta la amalgama para que se evapore el mercurio y quede el oro. Al evaporizarse el mercurio contamina el aire y a las personas que están expuestas

A su vez, luego de que se obtiene oro puro, el compuesto que sobra es botado a la tierra o llega a los ríos contaminando el agua, pero también a los peces. Debido a esto, los tejidos de estos animales acuáticos llegan a tener altos niveles de metilmercurio (tóxico) y su consumo es impropio.

ANF

foto Rimay Pampa

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