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“Dormimos de costado porque ni siquiera hay espacio para acostarse de espaldas”: cómo viven los palestinos obligados a huir al sur de Gaza

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Se lavan en agua de mar contaminada, duermen en tiendas de campaña abarrotadas, comen el poco pan que encuentran o, algunos días, no comen nada en absoluto.

En el sur de Gaza, cientos de miles de refugiados se encuentran en medio de una crisis humanitaria que se agrava cada hora y tiene al borde de sus capacidades a todas las redes de seguridad posibles.

Los desplazados provienen del norte de Gaza y escapan de la campaña de bombardeos de Israel. Huyen por la carretera de Salah al-Din, que conecta la Franja de norte a sur. Muchos a pie. Otros con algunas posesiones, pero la mayoría solo con sus hijos y la ropa que llevan puesta.

Decenas de miles de personas están paradas en Deir al-Balah, una ciudad del centro de Gaza, en la supuesta zona segura que ha provocado que la afluencia sea masiva.

Los refugiados en Deir al-Balah están hacinados en edificios escolares reutilizados por la ONU como refugios. Hay hasta 70 personas en una sola aula, rodeados de desperdicios de comida y plagados de moscas.

“Si quieres hablar de espacio, dormimos de lado porque ni siquiera hay sitio para tumbarnos boca arriba”, dijo Hassan Abu Rashed, un herrero de 29 años que huyó con su familia de Jabalia, en la ciudad de Gaza.

“Si hablamos de comida, lo único que estamos esperando es encontrar algunas rebanadas de pan al día. Si hablamos de salud, el sistema de alcantarillado de la escuela está roto. Si hablamos de enfermedades, aquí hay varicela, sarna y piojos. Estamos desesperados”.

En la puerta de una escuela en Deir al-Balah, Khaled Filfel, un padre de 42 años, estaba solo y estresado por una necesidad muy específica.

“Mi hija de 21 años es discapacitada y no puedo conseguirle pañales”, afirma. Además, ninguno había podido encontrar agua potable ni comida hasta el momento ese día.

Sin embargo, hubo dos buenas noticias para Filfel. La primera fue que su esposa y otros seis hijos estaban fuera de Gaza cuando empezaron los enfrentamientos entre Hamás e Israel.

La segunda, que alguien había visto a su hija en el colegio esa mañana y le había ofrecido una habitación en una casa familiar cercana. “Debido al estado de mi hija, nos ofrecieron refugio”, dijo Filfel. “Algunas personas aquí se cuidan unas a otras”.

“Hemos regresado a la Edad Media”

Antes del comienzo de esta guerra, la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) tenía planes de contingencia para albergar a 1.500 personas desplazadas en cada escuela, dijo a la BBC el director de la agencia en Gaza, Thomas White.

Las escuelas convertidas en refugio albergan ahora mismo, en promedio, a 6.000 personas, ya que hay un total de 670.000 personas en 94 refugios en el sur.

“Estamos abrumados por los números”, dijo White. “Hay gente por todas partes. El saneamiento está desbordado, tenemos un promedio de 125 personas por baño, alrededor de 700 por unidad de ducha. Se puede sentir la humedad de tanta gente apiñada en estas escuelas. Se puede oler la masa de humanidad”.

Para escapar de las atestadas aulas y patios de la escuela de Deir al-Balah, algunos de sus nuevos residentes dan un corto paseo hasta la playa y pasan allí las horas del día.

El sábado por la mañana, una joven familia se lavaba y lavaba su ropa en el mar, tratando de evitar la basura que flotaba en el agua y se esparcía por la arena. Cuando terminaron, colgaron la ropa bajo el sol. Llevaban tres semanas en Deir al-Balah.

“Se podría decir que hemos regresado a la Edad Media”, dijo el padre, Mahmoud al-Motawag, de 30 años.

“Usamos el mar para todo. Para lavarnos, lavar nuestra ropa, limpiar nuestros utensilios de cocina y ahora beber cuando no podemos encontrar agua limpia. Comemos sólo una vez al día y les rogamos a los pescadores que nos den algo para los niños”, añadió.

A medida que los refugiados se desplazan hacia el sur, también lo hacen los bombardeos israelíes, que arrasaron edificios en zonas residenciales de Deir al-Balah y dejaron allí a decenas de heridos graves.

Khalil al-Duqran, un médico de urgencias de 55 años que ha trabajado en el hosptial de Al-Aqsa durante 20 años, estaba hablando por teléfono con la BBC cuando empezaron a llegar los heridos de un ataque en la carretera de Salah al-Din.

“Vienen ahora, cientos de personas heridas, decenas con heridas en la cabeza y en las extremidades”, gritó, entre sonidos de caos de fondo. “Esta es una masacre de nuestro pueblo”.

Al-Duqran se disculpó y colgó. Más tarde, cuando el caos se calmó, volvió a llamar, sonaba destrozado.

“Esta es la guerra más dura que he visto en estos 20 años”, dijo. “Todos los días llegan decenas o centenares de heridos y muertos. Los niños llegan con los miembros amputados, superiores e inferiores. Tienen graves heridas en la cabeza”.

BBC

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