Dos comunidades del pueblo indígena amazónico Esse Ejja se han visto afectadas no solo por la contaminación de sus ríos por mercurio, sino también por la pobreza extrema, que los ha llevado a buscar entre desechos: alimentos, ropa y zapatos, entre otros.
Se trata de la comunidad Eyiyoquibo o “Pie de montaña”, ubicada en la provincia Abel Iturralde, departamento de La Paz, y la otra, Puerto Salinas, en el municipio de Los Santos Reyes, provincia José Ballivian Isarola, del Beni.
En un recorrido por el vertedero municipal de Rurrenabaque (Beni), se observó cómo entre ganado vacuno y suchas (aves carroñeras), habitantes de dichas comunidades buscaban qué comer, y latas de aluminio y cobre para reciclar y vender.
La familia de Lucio Parada, quien nació en la comunidad Eyiyoquibo, cuenta que por un kilo de latas le pagan un boliviano, mientras que el kilo de cobre está en Bs 35. “Desde las siete de la mañana trabajo y me quedo con mi familia hasta las cinco de la tarde, cuando termina de llegar el camión recogedor de basura. Soy como un empleado del municipio pero sin sueldo”, asegura.
Indígena Esse Ejja y su familia empujados por la necesidad rebuscan entre la basura para encontrar latas de cerveza y cobre para sobrevivir.
Mientras los padres buscan, los niños tratan de ayudar y se les olvida que están en medio de desperdicios, por lo que se llevan las manos a la boca. “A veces les aparecen carachas en la piel y diarreas. Pero debemos estar cada día trabajando en este vertedero”, dice Lucio con aire de preocupación.
Este hombre tiene una hija estudiando en la universidad indígena y otros cuatro en la escuela. La pesca, principal modo de vida de su pueblo, ha disminuido debido a la contaminación por mercurio.
“Nosotros también somos seres humanos, también somos bolivianos, no tenemos ni tierra suficiente para desarrollar otro tipo de actividad económica”, lamenta el miembro Esse Ejja.
Sin oportunidades
Según cuenta, su comunidad recibió 900 hectáreas para más de 500 personas. Tras 18 años lo único que llegó fue un proyecto de cacao que poco o nada aporta a su economía
Por ello, Lucio y su familia se levantan muy temprano para llegar al vertedero de Rurrenabaque. Lo hacen en su desvencijada motocicleta Haojin de origen chino, desde su comunidad Eyiyoquibo, en San Buenaventura, población paceña situada al frente del municipio beniano.
Los Esse Ejja son una nación indígena de primer contacto que habitan en las riberas de los ríos de la Amazonia de Bolivia y Perú. “Los pueblos en contacto inicial son aquellos que no fueron sometidos por la colonia, ni por las misiones religiosas ni el Estado republicano (como los Esse Ejja y Tsimanes). Por eso mostraron dificultades para entender y afrontar los requerimientos de la burocracia del proceso de saneamiento de tierras. En consecuencia, quedaron excluidos, sin tierra ni territorio para reproducir su cultura y modo de vida tradicional”, dijo Alcides Vadillo, abogado expertos en temas indígenas, en una entrevista concedida en mayo de 2022.
En la actualidad, las 900 hectáreas a las que Lucio se refiere, están en una zona que no les corresponde, totalmente lejos de donde pertenecen, ya que ellos desarrollan sus actividades a orillas de los ríos. Políticas de Estado que dejan a estos pueblos sin posibilidad de desarrollarse.
En la otra acera
Mientras comunidades Esse Ejja buscan su sustento entre residuos, habitantes de un barrio de Rurrenabaque también sufren el impacto ambiental de vivir cerca de un vertedero.
El barrio Macuti, fundado el 28 de octubre de 2014 como el segundo grupo de familias damnificadas por el deslizamiento del cerro Macuti, este villorio está conformado por 26 familias.
Los olores que despide la basura y los lixiviados son el pan de cada día para estos vecinos, quienes exigen al municipio busque otra área que sirva para un manejo responsable.
Carmen Castro cuenta que cuando llueve o llegan los vientos, el olor “es insoportable”
Los lixiviados descienden atravesando las viviendas y contaminando sus espacios, Carmen indica que su hija sufre salmonella, una enfermedad que no la deja vivir en paz. “Cuando fuimos trasladados a esta zona, estaba libre de basura. Este basurero municipal funcionaba un kilómetro más arriba, en un terreno prestado”, recuerda.
Al respecto, el responsable de Medio Ambiente de Rurrenabaque, David Justiniano Ortiz, explica que actualmente se recoge 12 a 15 toneladas de basura por día, mientras que, en días festivos, la cifra se eleva a 20 toneladas. “La ley 755 indicaba que hasta 2021 había que realizar el cierre de botaderos, pero como nadie, ningún municipio ha cumplido, tenemos plazo hasta 2026. Estamos tratando de conseguir un financiamiento de una planta de relleno sanitario y contemplar la separación de los residuos”, afirma.
Hasta el cierre de este reporte, no había ni fecha de cierre y ni del traslado del botadero municipal. Mientras, miembros del pueblo Esse Ejja, como Lucio y su familia, continúan acudiendo cada día para buscar sustento. En contraparte, vecinos del barrio esperan el traslado. Ambos se exponen a contaminación y enfermedades, pero saben que no tienen otras oportunidades.
(La Región)