Las familias de Bajo Llojeta, atrapadas entre el lodo y la esperanza, se aferran a lo poco que quedó de sus hogares tras la mazamorra que arrasó con sus sueños hace un par de semanas. Doña Genara, con la mirada perdida entre los escombros, revive en su mente los días en que la vida transcurría normalmente.
Ahora, su corazón carga el peso de un alud que no solo sepultó su trabajo, sino también los instantes felices junto a los suyos. Anhela, con el fervor de quien sueña despierto, que esta pesadilla termine lo antes posible para empezar de cero.
Desde la distancia, Doña Herminia contempla lo que queda de su casita, aquella que levantó con años de esfuerzo y sacrificio, soñando con un hogar lleno de armonía para su familia.
Nunca imaginó que ese anhelo se desvanecería como agua entre los dedos, víctima de la negligencia de quienes osaron desafiar a la naturaleza.
La sobrecarga de los taludes con material de arrastre no solo quebró el suelo, sino también su corazón, dejándolos sin un techo y con la amarga lección de un desastre anunciado.
Lo único que exigen es el resarcimiento por los daños provocados por quienes, pensando solo en su beneficio, ignoraron que ahí vivían familias. En una ciudad que avanza caóticamente, nadie parece capaz de frenar el impacto de estas acciones irresponsables.
JAVIER BAUTISTA
PERIODISTA DEL SISTEMA RTP