
Para la otra Verde, no hay alineaciones cantadas, no hay relatos en directo, no hay caritas pintadas, tampoco está el Chaski, solo están las jugadoras colocando la cara por el país, mostrando la precariedad del fútbol femenino, recibiendo todos los dardos de un sistema que marcha con el vigor de carbón y vapor.
La Selección Nacional Femenina debutó el viernes en la Liga de Naciones con una derrota previsible, dentro de la caja de posibilidades: nueve caídas, un empate y apenas un triunfo frente a Ecuador. Pero la ilusión estaba ahí, intacta, en esas once jugadoras cantando el Himno Nacional junto a 1.500 personas en el estadio Municipal de Villa Ingenio, donde aún se puede oler las sobras de Brasil.
En las afueras del estadio, las revendedores ofrecen las entradas al mismo precio (Bs 10) y la gente circula al ritmo de los diez grados, encantados por la luz del Titán, como luciérnagas.
No había ambiente festivo para un partido Clase A del fútbol femenino. Nueve países, incluyendo Bolivia, estaban colocando en marcha las eliminatorias mundialistas para Brasil 2027, de los cuales cuatro visitarán El Alto y otras cuatro serán locales ante la Verde.
En la cancha, las bolivianas son de corazón grande, pero de baja estatura, en relación con las ecuatorianas, con una cabeza de diferencia, otras les llegan al pecho. Las árbitros uruguayas parecen de Victoria Secrets, esbeltas, repartiendo autoridad y glamour desde su metro, 70 centímetros y más.
Esta diferencia física influiría en el resultado, dos de los cuatro goles vinieron con definición de cabeza y en las carreras, en dos trancazos las morenas de camiseta amarilla recuperaban el balón. Corajudas y tercas, las bolivianas no se achicaron, colocaron pierna fuerte, derribando a las rivales.
Como hormiguitas, una banda de guerra de un colegio de la zona ingresó a la tribuna de recta para animar el espectáculo. A lo largo del cotejo, interpretaron seis piezas, entre ellas la canción de los Vengadores de Marvel, pero el público despertaba por bronca e indignación. A solo tres minutos del inicio, Ecuador estaba arriba con el 1-0. Para ser honesto, las visitantes tampoco fueron una aplanadora, medían sus energías o tenía miedo de encontrarse con el Fantasma de la Altura.

La dirigencia de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF), justamente, eligió Villa Ingenio, como escenario de esta Liga para sacar ventaja, un plan mal manejado, con diez días de concentración en Huarina, el mismo tiempo de trabajo que tiene el director técnico, el cochabambino Jhury Villarroel.
Antes del inicio del segundo tiempo, Fernando Costa llega junto a su comitiva, repartiendo saludos y sonrisas, se mueve tranquilo, contrario al iracundo dirigente que en marzo estaba dando un bochornoso espectáculo en las mismas graderías y que le costó una sanción de seis mil dólares por “conducta ofensiva y falta a juego limpio” . Una de sus acompañantes le ofrece plastoformo —porque, así es, la alcaldesa no ordenó colocar las butacas de ese material poroso rojo— y él lo rechaza, pero sus acompañantes no.
El segundo gol cae temprano, de nuevo tres minutos del arranque (48′). Para el tercero (78′), Costa ha desaparecido. Los periodistas también dejaron las graderías, ellos van a ganar lugar en la sala de conferencia para lapidar a Villarroel, quien, nervioso, porque también estaba debutando, diría, con el uniforme de Óscar Villegas, que este es un proceso a largo plazo, pero resulta difícil creerle con un discurso que se maneja hace décadas y recién, hace dos años hay una Liga Nacional Femenina.

La palabra más repetida en el público del escenario alteño es: “presione”. Apenas una banderita y otra mediana se agitan, más allá un gorro de lana con BOLIVIA y sus colores cubre la cabeza de un anciano y más allá Samanta Alurralde, natural de Coroico, trata de alentar a sus compañeras. Ella está ausente de esta convocatoria por una lesión, desde su asiento trata de levantar la moral a: Karla Ticona, Marilin Rojas, Ana Paula Rojas y Yuditza Salvatierra, las destacadas del juego, hasta que cae el 4-0 (86′). El estadio pasó a ser un cementerio.
Los funcionarios de la FBF bloquearon la opción de comentarios en la página de Facebook, pero los insultos misoginos se trasladan a las redes sociales de los programas deportivos, ahí no se miden con los calificativos.
La otra Verde masculla su tristeza y rabia, llora sola en el vestuario, buscando consuelo entre sus propias jugadoras. La otra Verde está huérfana.
Por Max Rodolfo Vino Arcaya