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Un expresidiario se convierte en actor y el arte arruinó su carrera de delincuente

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La libertad lo ha llevado a convertirse en actor y a mostrar la vida en esta peculiar penitenciaria a través del teatro, en una obra que llega al Festival de Teatro Iberoamericano de Cádiz.

«El arte ha arruinado mi carrera de delincuente», dice antes de presentar en el Baluarte Candelaria de Cádiz ‘Palmasola-Un pueblo prisión’.

Es un proyecto de investigación teatral de la compañía suiza Klara Theaterproduktionen que se adentra en los entresijos de esta  prisión ciudad del tamaño de 52 canchas de fútbol, donde viven 5.622 presos entre hombre y mujeres.

PALMASOLA, UNA CÁRCEL-ESTADO

Klara Theaterproduktionen fue, hace más de 30 años, de las primeras compañías en dedicarse a procesos colectivos de investigación y creación teatral.

Uno de sus fundadores, Christoph Frick, fue invitado a llevar uno de sus espectáculos a Santa Cruz (Bolivia) y allí surgió la idea de crear un nuevo proyecto enfocado en el lugar que más había llamado su atención, la cárcel de Palmasola.

Una gigantesca prisión en la que «el estado ha construido los muros y son los internos los que lo rigen, los que han ido construyendo sus ‘casas’ y espacios, restaurantes, peluquerías y negocios de todo tipo. Es un sistema mafioso, para muchos presos una máquina de hacer dinero».

Es, explica a EFE el director, un «microcosmos que es un espejo del mundo de afuera» y en el que existen incluso «clases sociales».

«Hay 50 policías para más de 5.600 internos, allí el control está en manos de los presos, hay incluso elecciones para elegir a los jefes».

UN TRABAJO DE INVESTIGACIÓN

Christoph Frick y su equipo realizaron todo un trabajo de investigación. Tras una primera visita a Palmasola, hicieron durante dos semanas dos talleres de teatro y vídeo con presos y presas, una convivencia en la que éstos se abrieron a contar cómo era la vida allí.

«Fuimos los primeros y los únicos que han podido entrar tanto tiempo y con tanto equipo a la cárcel», añade el director.

Con estos talleres y entrevistas con abogados, trabajadores de las ONG y psicólogos de la cárcel, se creó en 2019 ‘Palmosa-Un pueblo prisión’. Es una obra en la que «nos interesa contar cómo se manejan los presos para sobrevivir emocionalmente y mantener su dignidad» en un lugar así.

Para ello, quiso buscar a tres actores bolivianos que, además, hubieran tenido alguna relación con el mundo penitenciario.

Y en la Escuela Nacional de Teatro de Bolivia encontró a Jorge Arias Cortez, uno de los protagonistas de la obra, en la que tabién actúan Omar Callisaya Callisaya, Nicola Fritzen y Mario Tadeo Urzagaste Galarza.

Arias Cortez vivió la experiencia de ser preso en Palmasola. «La primera vez estuve en 2004, con 19 años, seis meses; y la segunda, con 21, un poco más de un año, hasta que, con ayuda de mi madre y de un amigo, me fugué», cuenta a EFE.

«Estaba ambientado porque el mundo criminal es casi igual. La primera vez fui con miedo y sin dinero, tuve que lavar ropa, zapatos, limpiar cuartos para otros… La segunda que entré fue por un delito más épico, por un asalto a un furgón blindado con mucho dinero; estaba como en un escalón superior en la jerarquía de Palmasola y los que entonces mandaban no eran los mismos, eran de mi barrio», recuerda.

«YA NO PUEDO HACER DAÑO A LA GENTE»

 Pero aún así se fugó. Para distraerse y tranquilizar a su madre, y con una nueva identidad, empezó a estudiar. Conoció a una universitaria, con la que comenzó a viajar, a hacer artesanía y a introducirse en artes callejeras, música, malabares o actuando de payaso.

Estudió en la Escuela Nacional de Teatro, y empezó a hacer sus primeros trabajos profesionales. Fue donde lo invitaron a presentarse a las pruebas para el proyecto sobre Palmasola.

Y así fue como se implicó en el proyecto de Christoph Frick, que mete a los espectadores en la prisión con un norteamericano que ingresa por narcotráfico.

Jorge Arias interpreta al líder de los reclusos. «Yo siempre fui un número más, pero los admiraba, mi norte era ser como ellos, tener mucho poder».

Pero ahora, relata, todo ha cambiado: «El arte ha arruinado mi carrera de delincuente, la verdad que el arte ha transformado hasta mi manera de expresarme, ya no puedo hacer daño a la gente», apostilla.

(EFE)

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