Cruzando fronteras medicinales: Rituales de yatiris para sanar un alma deprimida
“Estás consciente, esa es la peor parte. Hubiese preferido no recordar lo que hicimos en ese ritual”. Andrea (nombre ficticio) se sometió a una limpia porque “había perdido su suerte” luego de una ruptura amorosa y un grave accidente que provocó cuatro cirugías. Desesperada por no encontrar alivio, acudió a yatiris y accedió a que uno le hiciera una limpia que incluía sacrificios animales. Andrea afirma que los médicos curaron su cuerpo, pero un yatiri alivió su alma. Ella es una mujer paceña de 34 años, blanca, de clase alta y de una familia con dinero. Es médico y, en sus palabras, “siempre fue normal, solía andar feliz y sonriente”, hasta que un día su suerte “cambió”. En Bolivia, quienes entran en un estado de depresión o tienen un trastorno mental como la ansiedad tienen como opciones ir a un psicólogo, visitar a un psiquiatra o buscar a un yatiri, entre otras. La persona que atendió a Andrea es parte del mundo de la medicina tradicional. QUIÉNES SON LOS YATIRIS, SEGÚN EL MITO Y LA LEY BOLIVIANA Para la amauta (guía espiritual) Yomar Ferino Lanza, los yatiris nacen con señales, pero a lo largo de su vida se van formando. Ella, por ejemplo, estudió teología andina en la Universidad Tahuantinsuyo. “(Desde el) nacimiento se sabe que los niños especiales deben tener una educación diferente. Los ‘chimpuwawa’ ven el mundo de otro modo. Ese es un término que yo he creado: chimpu es señal y wawa, bebé nacido”, explica. En su caso, la señal es tener cuatro pezones y viene desde la generación de su abuela. Según su investigación, también hay casos de personas sañaladas por: dos coronas de cabello, ser zurdo, nacer de pie o recibir un rayo. En Bolivia, la Ley 459 de Medicina tradicional ancestral boliviana identifica cuatro especialidades dentro de la medicina tradicional, las cuales son tomadas en cuenta a la hora de extender una credencial: Guías espirituales: Son personas que tienen conocimientos y habilidades para comunicarse con el mundo espiritual y realizar rituales de sanación, armonización y protección. Médicos tradicionales: Son personas que tienen conocimientos y habilidades para diagnosticar, prevenir y tratar enfermedades mediante el uso de plantas, animales, minerales y otros elementos naturales. Parteras: Son personas que tienen conocimientos y habilidades para asistir a las mujeres durante el embarazo, el parto y el puerperio, respetando sus costumbres y creencias. Naturistas: Son personas que tienen conocimientos y habilidades para elaborar y comercializar productos naturales con fines terapéuticos, cosméticos o nutricionales. “Con médico tradicional nos referimos a alguien que cura. Eso engloba a personas que hacen diferentes acciones y tienen diferentes denominaciones, pero por la ley se lo reconoce”, dice en entrevista con La Nube, Diego Noriega, responsable del Programa Nacional de Salud Intercultural del Ministerio de Salud. Explica que los guías espirituales trabajan temas del ánimo, el espíritu y el alma. En Bolivia hay 36 grupos étnicos y cada uno tiene diferente denominación para su médico tradicional. “Los yatiris y amautas son parte de ese proceso. Son gente que cura el alma. No sólo a partir de medicina, sino de actitudes, hábitos que te ayudan a coexistir entre la comunidad y con el medio ambiente”, explica Noriega. Por otro lado, hay casos como el de Yomar Ferino quien no está de acuerdo con el procedimiento porque cree que se otorgó la credencial a personas que no son realmente amautas. EL DÍA EN QUE ANDREA PERDIÓ SU SUERTE A inicios del mes de octubre de 2017, Andrea tenía un mal presentimiento, temía demasiado perder el amor de su novio, con el que llevaba saliendo seis años, eso le hacía creer que ella era cobarde. Dos semanas después, ese temor se hizo realidad, su pareja embarazó a otra mujer. “Es como si Dios me hubiese dicho:¿quieres ver lo valiente que eres? Desde entonces mi vida se fue cuesta abajo”. Intentando superar esa etapa de su vida, Andrea quiso perder el miedo y decidió hacer algo arriesgado: Irse de viaje en bicicleta por el Camino de la Muerte, en los Yungas del departamento de La Paz. El 20 de diciembre de ese año, la tragedia la encontró en una curva, llegando a la comunidad de Yolosita, donde cayó, dándose un fuerte golpe. «Estaba lloviendo, todo estaba húmedo. Me di la vuelta para mirar al cielo, me costaba respirar. Me saqué el casco. Estaba echada en el filo de un barranco. Fue entonces cuando me revisé y supe que no eran mis costillas lo que me lastimé, era el hígado”, cuenta. Sin levantarse llamó por teléfono a su hermana. Necesitaba ir al hospital más cercano, pero los guías del viaje no quisieron ayudarla priorizando la experiencia de los turistas extranjeros. Sólo la llevaron al minibús y todos fueron al hotel. Pero Andrea estaba demasiado herida y pidió auxilio a su familia. “Mi mamá les llamó y discutió con los de la agencia de viajes. Les dijo: ‘si mi hija se muere todos se van a ir a la cárcel’. Entonces volvieron al bus”, recuerda. Estaban camino a la ciudad cuando la madre de Andrea les dio encuentro, la llevaron a un hospital donde ella conocía al personal médico. Entró a quirófano el 24 de diciembre y siguió con cirugías por cinco días. Se había partido el hígado en tres y su intestino se paralizó. Debía estar 15 días inmóvil en cama. También le dio pancreatitis y sus pulmones se llenaron de líquido, por lo que le tuvieron que hacer punciones. En total, se sometió a cuatro cirugías. “Yo le decía a mi papá: ‘ya no… Es mucho dolor, tantos pinchazos, ni siquiera puedo soportar la presión del oxímetro en mi dedo’”, recuerda Andrea. Tres veces al día debían tomarle muestras de sangre. Su cuello tenía dos vías centrales para pasar sangre. Durante ese tiempo, el psicólogo del hospital la visitó, pero ella no podía ni quería hablar. Cuando al fin le dieron de alta, el doctor le advirtió: “te va a venir un bajón. Ahora, tu cerebro está luchando
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