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“Hiroshima”, el libro que reveló con crudeza los horrores de la bomba nuclear

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John Hersey no fue el primero en informar desde Hiroshima, pero sí el único que mostró los horrores humanos de la explosión nuclear del 6 de agosto de 1945.

 Hace 80 años, Estados Unidos arrojó una bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, donde decenas de miles de personas murieron o quedaron con secuelas de por vida.

Un año después del bombardeo, el mundo conoció el verdadero horror nuclear gracias a “Hiroshima”, el reportaje de John Hersey publicado en The New Yorker. Con 30.000 palabras y un enfoque humano sin precedentes, el artículo reveló a la generación de la posguerra el impacto devastador de las armas atómicas

En la primavera de 1946, John Hersey, corresponsal de guerra y novelista premiado, fue enviado por The New Yorker a Hiroshima. Su misión parecía convencional: documentar la reconstrucción de la ciudad nueve meses después del bombardeo. Pero durante el viaje, enfermo y con una copia de El Puente de San Luis Rey de Thornton Wilder en sus manos, encontró una clave narrativa: contar la historia a través de personas, no de ruinas.

Esa decisión lo apartó del periodismo técnico de la época. En Hiroshima, Hersey escuchó a los sobrevivientes, reconstruyó sus minutos previos al estallido y narró el horror desde la carne viva, no desde los escombros. Años después, confesó que el impacto fue tan brutal que solo pudo permanecer unas semanas en la ciudad japonesa.

Hersey regresó a Nueva York con los relatos en mano, consciente de que enviarlos desde Japón sería arriesgado. La censura impuesta por las fuerzas de ocupación estadounidenses había frustrado intentos previos de sacar fotos, películas y reportajes. El material era incautado, alterado o simplemente desaparecía.

La publicación de “Hiroshima” fue un acontecimiento sin precedentes. Los editores Harold Ross y William Shawn prepararon la edición en secreto, dedicando por primera vez todo el espacio de The New Yorker a un solo reportaje. Doce horas antes de salir, enviaron copias a los principales diarios de EE.UU., lo que generó editoriales urgentes recomendando su lectura.

El tiraje de 300.000 ejemplares se agotó. El artículo fue reimpreso globalmente, excepto en zonas con racionamiento. Einstein quiso comprar mil copias, pero debió conformarse con facsímiles. El Club del Libro del Mes lo distribuyó gratuitamente, calificándolo como “el escrito más importante para la humanidad en este momento”. Dos semanas después, una copia usada se vendía por 120 veces su precio original.

En medio del infierno de cuerpos chamuscados, vientos ardientes y una ciudad en llamas, Hersey nos presenta a los sobrevivientes: Sasaki, Tanimoto, Nakamura, Kleinsorge, Fujii y Sasaki. Sus historias revelan el rostro humano de una tragedia que hasta entonces solo se contaba en cifras.

Los lectores de The New Yorker expresaron vergüenza y horror al descubrir que personas comunes —madres, médicos, sacerdotes— habían soportado semejante terror. Las cartas elogiaban el reportaje y revelaban una profunda conmoción ante el sufrimiento de gente como ellos.

El impacto del artículo de Hersey, sumado al respaldo público de Einstein, llevó al secretario de Guerra Henry Stimson a publicar una réplica en 1947 titulada “La decisión de usar la bomba atómica”. En ella, justificó el bombardeo como necesario para evitar una invasión que habría costado millones de vidas

En Reino Unido, el artículo de Hersey era demasiado extenso para publicarse en papel, y él no permitía ediciones. La BBC optó por leerlo completo en radio durante cuatro noches, pese a temores por su efecto emocional

En Japón, el general MacArthur prohibió difundir reportajes sobre las consecuencias de la bomba. La edición de The New Yorker fue vetada hasta 1949, cuando el reverendo Tanimoto la tradujo al japonés. Hersey nunca olvidó a los sobrevivientes que entrevistó. En 1985, volvió a Hiroshima y escribió Las Secuelas, relatando sus vidas cuatro décadas después. Hersey falleció en 1993. Dio pocas entrevistas al respecto, prefería que el texto hablará por sí solo. Su silencio público contrastaba con la potencia de su escritura.

BBC

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