El Sínodo de los Obispos, el simposio mundial sobre el futuro de la Iglesia católica, se inaugura el miércoles en el Vaticano entre grandes expectativas de apertura y preocupación de los conservadores por temas como el tratamiento de los divorciados y los creyentes LGBTQ.
El encuentro se efectuará a lo largo de cuatro semanas en Roma, tras dos años de consultas mundiales, y también abordará temas como las mujeres diáconas y el celibato sacerdotal.
El papa Francisco no esperó y en la misma misa de apertura marcó la pauta de la reunión, pidiendo una Iglesia «hospitalaria» de «puertas abiertas a todos», y recordando que en el Sínodo no caben «estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas».
Hasta el 29 de octubre, 365 miembros con derecho a voto y un centenar de expertos debatirán a puerta cerrada para entregarle al sumo pontífice sus propuestas. Francisco tendrá la última palabra sobre la eventual puesta en marcha de las mismas.
Conservadores
Pero incluso antes del inicio del evento, cinco cardenales conservadores pidieron públicamente al papa que reafirmara la doctrina católica. Sobre el tratamiento de parejas homosexuales y la ordenación de mujeres.
Sus preguntas aparecen en un texto llamado «Dudas», enviado junto a una carta abierta a los fieles en la que advierten del riesgo de «confusión» y «error». Expresan temor de que los temas planteados en el sínodo puedan alejar a muchos católicos.
En su respuesta, el pontífice de 86 años pareció sugerir una vía para la bendición de parejas del mismo sexo por parte de los clérigos. Algo no reconocido por la Santa Sede pero que se practica en países como Alemania y Bélgica.
Aunque insiste en que la Iglesia solo reconoce el matrimonio entre hombre y mujer, el papa dijo que «no podemos ser jueces que solo niegan, rechazan y excluyen».
«La prudencia pastoral debe discernir adecuadamente si hay formas de bendición, solicitada por una o más personas. Que no conllevan un concepto equivocado del matrimonio», escribió.
La Razón