
La imagen del padre jesuita español Luis Espinal Camps corre a lo largo y ancho de la cancha de césped sintético. Su imagen estampada en un escudo de camiseta protege y guía a los 180 niños, niñas y jóvenes del Club Deportivo y Cultural que lleva el nombre del también naturalizado boliviano. Y es que ese grupo de menores lucha por llegar a la Primera “A” de la Asociación Tarijeña de Fútbol (ATF).
“Aquí los jóvenes y los niños están identificados con el Padre. Conocemos su historia, de dónde vino, cómo trabajo en el país y la mala fortuna. Ha sido maltratado en los últimos instantes de su vida”, menciona Armando Puña, futbolista retirado y que ahora es el entrenador del club Luis Espinal.
Lo que pocos saben es que el Padre también fue futbolista. El atlético y robusto, Luis Espinal destacaba como estudiante, entre 1944 y 1949, en el colegio y seminario San José en Roquetas (Tarragona), donde mantenía un equilibrio entre sus actividades académicas y el deporte. El joven “Lucho” abría los brazos, adueñándose del arco, una posición que le gustaba desarrollar. Inquieto como era, también practicaba la natación y la caminata por las montañas.
En Bolivia, por sus compromisos, no pudo ejercer con esa frecuencia su afición por el deporte. Esta agitada agenda afectó a su salud, en 1974 sufrió convulsiones y desmayos, recibiendo tratamiento, y en 1975 se dislocó la columna subiendo a un bus, tuvo que guardar reposo de una semana.
Luego, el Padre cayó enfermo por un cuadro de hepatitis, que lo obligó a cuidarse durante dos meses. Quizás, le vino la dolencia porque en diciembre de 1977 y enero de 1978 participó de la huelga de hambre de mujeres mineras, entre ellas Domitila Chungara, en contra de la dictadura de Hugo Bánzer Suárez, que al final logró anularlo del poder.
“En esta ocasión unos amigos le trajeron un televisor para que pudiera ver los partidos del Mundial de fútbol que se desarrollaba en Argentina (1 de junio al 25 de junio, con la albiceleste coronándose campeón ante Países Bajos, 3-1). Fue la única época en que pasó largas horas frente a la televisión”, se cuenta en el libro El grito de un pueblo (1980).
Luis Espinal fue torturado y asesinado el 21 de marzo de 1980, días antes de que la dictadura de García Meza se impusiera con sangre y censura. Había huido del franquismo en España y, desde su llegada a Bolivia en 1968, abrazó el país con afecto y compromiso. Su voz incomodó a los militares: desde el semanario AQUÍ, denunció a los ideólogos del golpe, dejando huella en el periodismo, el cine y la defensa de los derechos humanos.

Como Espinal, el equipo ha enfrentado momentos difíciles, pero la fe y el compromiso vecinal lo han sostenido.
En 2010, nació a la vida futbolística como una escuelita de fútbol, pero duró apenas dos años por falta de apoyo y compromiso. Fueron los padres y vecinos quienes impulsaron el regreso. Mediante voto resolutivo en asamblea, fijaron el 28 de marzo de 2017 como fecha de fundación. En ese tiempo de algarabía, el club arrancó con diez equipos en categorías menores, aun sin plantel femenino ni primer elenco formal.
La obra del padre “Lucho” Espinal ha recibido un reconocimiento afectuoso en el territorio boliviano, por ese motivo, no es extraño ver unidades educativas, calles, avenidas, plazas, bibliotecas, barrios, centros infantiles, miradores o mercados que lleven su nombre. En Tarija, al sur de Bolivia, también decidieron honrarlo, bautizando a su equipo con ese legado. En un país, donde los clubes suelen rendirse al inglés o al prefijo Real, el Libertador de América, un ingenio azucarero. Aquí eligieron memoria.
“Creemos que, con el tiempo, el nombre crecerá por sí solo. Si alguien siente cariño y afecto, sobre todo por el Padre, puede venir y sumar. Queremos que esto siga creciendo y llegue lo más lejos posible”, afirma Puña.
Armando Puña enfatiza que el 11 de mayo de este 2025, el barrio Luis Espinal cumplió 40 años. Entre los vecinos, dice Puña, aún hay adultos mayores que no olvidan el rugir de los tanques ni las botas que pasaban por encima de quien se atreviera a oponerse. Bolivia recuperó la democracia el 10 de octubre de 1982, y tres años después, este barrio tarijeño comenzó a levantarse desde la tierra con edificaciones de adobe, hasta alcanzar servicios básicos. Eran días de libertad.
Todo barrio que se respete debe contar con una cancha de fútbol o de fútbol sala, como punto de encuentro o referencia. En el Luis Espinal, el césped sintético —con medidas mínimas, graderías y sin enmallado— sostiene entrenamientos y partidos oficiales. Desde ese rectángulo verde han emergido talentos que hoy representan a Tarija, llenando de orgullo a vecinos y entrenadores.
“Con esa base estamos peleando en la Primera ´B´ para llegar a la ´A´, con estos chicos, desde las menores, formados hace siete años”, cuenta Puña, quien vienen de una familia de siete hermanos, de los cuales él y Eduardo Puña llegaron al fútbol profesional. “Ahora nos toca devolver ese conocimiento y la satisfacción será ver mañana a estos niños y jóvenes debutar en la profesional”
Armando Puña jugó entre 1998 y 2006 en Unión Central, entonces emblema de Tarija en la Liga Profesional. Su hermano, Eduardo —‘Lord’ Puña— dejó huella en Always Ready (2019–2020), ganándose el cariño de El Alto con su melena al viento y su entrega por la banda derecha. Hoy, con 39 años, forma parte del primer plantel de Luis Espinal y también acompaña como entrenador de las categorías Sub-14 y Sub-17.

“La institución ha ido construyendo credibilidad, cuenta con personería jurídica, tiene equipo que ha empezado desde la Tercera de Ascenso, este es nuestro tercer año en la Primera ´B´”, indica Armando Puña, quien, entre sus sueños deportivos, desea jugar contra Unión Central y Ciclón –el otro histórico del fútbol tarijeño, profesional en 1985-1995 y 2015-2016.
Justamente, del respeto y cariño por estos equipos, nacieron los colores del uniforme oficial de Luis Espinal: verde por Unión Central y celeste por Ciclón (albiceleste). El diseño está “churro” (bonito), como dirían los tarijeños, con el celeste dominando la parte delantera y trasera, con un verde clarito en las mangas y en el hombro, con pantalón corto verde y medias verdes.
Cualquier club del fútbol del mundo necesita de un rival particular, una antítesis de su juego. En estos dos años, los equipos Luis Espinal y Pedro Antonio Flores (héroe tarijeño de la Independencia de Bolivia y Gobernador de Tarija) han tenido encontronazos intensos. Como cuando el rival impugnó la actuación de un niño y ganó por mesa.
El equipo Luis Espinal tiene medallas y trofeos de campeón, pero su propósito va más allá de los títulos, asegura el entrenador Armando Puña. “No somos exigentes con salir campeones, porque sabemos que vienen a formarse”. También, este equipo, abrió las canchas a niños y jóvenes del área rural, acompañando su crecimiento futbolístico y para que no caigan en los malos hábitos.
Eso sí, las reglas son claras: desde los 16 años en adelante deben entrenar todos los días.
Cuando saltan a la cancha, junto al corazón de cada jugador, está el rostro de Luis Espinal. Destaca esa imagen en blanco y negro, casi santificada, con una mirada de aprobación que acompaña cada jugada en la tierra como en el cielo.
Por Max Rodolfo Vino Arcaya